El vaginismo en todas partes (parte 3)

Un intento. Una mano no se apartó. Los tendones, como el acero, los dientes de dolor, apretó, apretó.

El enfoque, la puerta cerrada, el pánico, la fuga se quejaba.

Ni una sola vez, pero una y otra y otra vez.

¿Cuándo comienza a saber que sin embargo era suave, sin embargo los pacientes, que no era bueno, que nunca sería nada bueno?

No le gustaba recordar su cara en esos días, pero, a la verdad, la ceja confundido, la mirada tierna interrogatorio, la amplitud de la misma, condenado por su brutalidad, rechazó en su proximidad.

El entusiasmo, el amor terrible, con la que había hecho las paces con él, su abstinencia, lo toma de un millar de pequeñas comodidades, pasteles y golosinas. Ella se convirtió en su esclavo. Temblando con cada palabra. Había aceptado su amor.

Ella lo había amado por ella.

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